Increibles California

Increibles


Brasil produce, sin que uno se de cuenta, una dependencia visual del verde. ¡Cómo no extrañarlo! En los primeros tiempos en California, la falta de ese verde con el que estaba acostumbrada a convivir era dolorosa. El desierto tiene una variedad enorme de colores pero los verdes, en particular, son siempre adjetivados y raramente intensos: verde amarillento, verde azulado, verde grisáseo, y por ahí.

Ayuda ser un bicho de costumbre. El sol termina decolorando hasta el recuerdo del verde tropical y con el tiempo uno aprende a apreciar los matices de colores del desierto.

Al año de vivir en Los Angeles, me mudé a una casa bien típica del sur de California, con un jardín bastante feíto y aburrido, pastito adelante, plantitas contra la casa. Para hacerlo territorio amigo se me ocurrió plantar una glicina y una parra, las dos grandes sombras protectoras de mi casa de infancia.



Así llegué al vivero de mi barrio que resultó ser el Marina Del Rey Garden Center y que tenía la más increíble colección de suculentas que había visto hasta entonces. Y así fue que reinicié mi relación con ellas.

Planté la parra en el jardín y así fue el rincón de la parra algunos años después. La glicina no prendió.

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